jueves, 9 de febrero de 2017

CAPOTE


EDITORIAL

Saben, a veces entro en conflicto y me pregunto: ¿Cuánto tiempo más podré fingir que controlo mi destino? ¿Cuánto más podré sostener esa falacia de que puedo controlar lo que me pasa? ¿Cuánto más podré soportar el hecho de que a veces procesar un instante me está costando la vida entera? En verdad ignoro la mayor parte del mis días y me quedo solamente con lo que pienso, con lo que controlo, eso de lo que soy consciente, a lo que le presto atención. De nada sirve igualmente. Me siento tan en la pasividad. Tanto que muchas veces no dudo en pensar  que  realmente soy espectador de mi propia vida.
A veces me recuesto, cierro los ojos y me veo a través de la ventana, y de todas las ventanas caminar hacia el supermercado donde a las 3 de la tarde tuve una conversación al pasar con la cajera. Luego salgo y me veo tropezar desde un auto y de otro. Luego desde el frente, luego desde un árbol y luego desde el frente con otros ojos... ¿Es gracioso no? Soy un montón de ojos observando mi accidentada existencia.
Así de espectador me siento. Como lo que realmente es. Como si estuviera expectante de lo que fuera a pasarme. ¿Por qué lo estaría si realmente controlara lo que me pasa? ¿Eso ya no sería una historia no? Va tal vez podría pensarse a la biblia como una historia, pero no pueden escribirse dos biblias. Si se entiende lo que quiero decir.


Es una especie de maligna mezcla entre azar y destino. Donde nunca sé qué acto mío va a repercutir en el resto de mi vida. O a veces sí pero nunca es como se piensa. En este sentido es como si uno entrara y saliera de escena. No me pregunten cómo, si lo supiera tendría que ponerme a escribir una biblia.
El hecho es que nuevamente llego a casa cierro los ojos y me veo pasar por la ventana. Pienso en lo que sentiré, en lo que creo que voy a hacer y en lo que termino haciendo. A veces cierro los ojos y me voy bien atrás en el tiempo. Cuando todos vivíamos en la misma casa. Ahí donde todos éramos iguales. Luego es como si todos repentinamente saliéramos por distintos lugares. Ventanas, balcones y puertas. Miren no entiendo bien que es lo que estoy diciendo. Síganme la corriente como a los locos. Pero siento como si unos salieron por la puerta trasera y otros por la delantera. Pero todos somos uno. Nadie nos dijo por dónde salir, simplemente salimos, en caída libre, como destinados a eso sin saber que repercusión hay en ese pequeño camino tomado. Luego en escena tratando de insistir en ese juego de improvisación de mal gusto y luego fuera de nuevo. El hecho es que ¿cuánto puedo juzgarme y juzgar a otros desde este punto de vista? Que quede la pregunta si alguien acepta este punto de vista...
¿Complicado, no? No desespero y a veces sí. A veces me dejo llevar haciendo la plancha y a veces resisto el embate de las olas. 


Trato de entrar en escena en el momento justo, a veces pasa (muy pocas) y generalmente no, aunque me cueste toda la vida entender una y otra. A veces como que despierto y hay toda una sala en silencio esperando que haga algo y medio dormido hago lo que puedo...  Luego si hay cosas que se aprenden. Jamás lancé una piedra y cayeron regalos como desde el cielo. Jamás insulté a alguien y recibí gratitud... Pero no siempre busque amor y encontré amor, no siempre busque amistad y la recibí...Es decir, no sé qué digo. Esto lo pienso ahora y algunas otras veces en las que intento resistir la ola y termino arrastrado mar adentro.
Saben,  a veces hacer la plancha duele menos pero no te sentís vivo y las olas de la pasividad corroen el espíritu hasta la locura. No me mal entiendan. Tampoco le encuentro salida a esto. No digo que hay que hacer cualquier cosa para sentirse vivo. Pero siento como que salí de aquella casa donde éramos todos juntos por una salida que no era ni la trasera ni el balcón ni la ventana. No digo que salí por "donde se sale", sino que no salí por ninguna de aquellas otras salidas y no puedo explicar por qué. No me siento con la capacidad de decir que lo poco que amo de mi vida sea por obra mía y lo demás también o al revés. Siento azar y pasividad, aunque crea normalmente que esto haciendo.
Pasan muchas cosas de tal manera que no logro procesarlas en este mismo instante. Es tarde y debo llegar a casa, seguramente en un rato me veré vistiéndome y pasar por la ventana camino hacia el bar. No me hagan caso, estas son palabras de un loco.

Christian Soria

Canción elegida para la editorial



IMPRESIONES PARA CAPOTE


Citando probablemente a Mark Twain, Capote escribió alguna vez que de todas las criaturas, el hombre es la más detestable. De toda la especie es el único, absolutamente el único, en poseer malignidad. La más despreciable, la más aborrecible de todos los instintos, de todas las pasiones: es la única criatura que causa dolor para divertirse, aun sabiendo que es dolor. Realizando una revisión rápida sobre la historia de los métodos punitivos diseñados por el hombre desde la edad media a la modernidad, podemos establecer que en un comienzo la pena impuesta se caracterizaba por ser aplicada en forma de suplicio, sobre el cuerpo y de manera pública. Allí, las torturas que el pueblo ejercía con el amparo de la ley sobre el reo, la degradación física, la violenta purificación tanto de sus frustraciones como de la pena del condenado. Con el desarrollo del pensamiento, el castigo fue sofisticándose hasta alcanzar aquello incapaz de sanar. Así, entonces, el acto punitivo dejó de centrarse en el castigo físico para concentrarse sobre la conducta del detenido. Se levantaron cárceles tétricas, repletas de rejas y de espacios minúsculos, faltos de luz y de horizontes. El castigo, mis amigos, la violencia del resto, digo de aquellos a los que las leyes sí cuidan, aquellos para los que las leyes fueron pensadas, se ejercerá ahora a través del aislamiento del reo, buscando de esta manera castigar no ya su cuerpo, sino su alma. La libertad fue la gran conquista del estado. Cedimos nuestra propia soberanía para sentirnos más seguros. Le dimos la decisión al otro, para sentirnos más libres. Como nada avanza de manera homogénea y ni siquiera lo hace hacia adelante, la modernidad tardó en llegar a algunos lugares. 


Para desgracia de todos, nuestra existencia en ciertos lugares del mundo, aún depende del humor de un puñado de selectos, tan enfermos como la sociedad a la que juzgan. Y fue hasta uno de estos recintos donde se dirigió Truman Capote para realizar la extensa investigación que culminaría en aquella obra que reinventó la forma de hacer periodismo, que modificó el estilo de hacer literatura. A sangre fría, como en su momento lo hiciera Crimen y Castigo, viene a cambiar el punto de vista para dejar al descubierto la elegante violencia con la que se viste el castigo social. Esta maravillosa novela será el punto de partida para el film Capote del director Bennet Miller. El relato se basará en la intensa experiencia vivida por Truman al realizar la investigación periodística para lo que sería un artículo más del New Yorker y que culminaría luego en aquella novela que lo llevaría al estrellato en el mundo literario. Capote, jugará con el título de la novela invitando al lector a optar por alguno de los dos lados. Así, entonces, habrá quienes entiendan que A sangre fría se refiere al modo en el que los asesinos acabaron con sus víctimas, pero también estaremos los que veamos en aquel titulo la crueldad con la que la sociedad entendió que debía acabar con los asesinos. El relato guardará ciertas características del policial aunque se verá una clara intención biográfica en su narrativa. 


Asistiremos a algo a lo que este pequeño grupete, al cual hoy le toca ocupar esta mesa, creía ya extinto. No hablo de otra cosa sino de la composición actoral. Escasos son los todos los adjetivos con los que cuenta este que les habla para calificar el trabajo actoral de nuestro gran amigo Philip Seymour Hoffman. Habrá allí una transformación en el habla, en lo corporal, en lo gestual. Habrá allí puro trabajo condimentado, claro, con talento. La cinta tomará su lugar (sin nombrarlo) al plantear una paleta de colores grises, apagada y lúgubre para las escenas de la cárcel y otra mucho más colorida para narrar la vida de Truman. Se marcará un claro contraste, aquella contradicción que fue apagando la vida de Capote tras un naufragio de drogas y alcohol, al poner sobre la mesa tanto la sensibilidad del escritor como la frivolidad en la que se desarrollaba su mundo. Este que les habla, prefiere quedarse con aquel costado sensible de nuestro amigo. Con aquella mirada capaz de llenar de detalles ese oscuro lugar donde la sociedad, a través del estado, pasaba su pincel con cal para homogenizarlo todo. Por su valentía, por cada una de las palabras escritas y porque aun creemos que ciertas batallas no están perdidas, es por lo que hoy levantamos nuestra copa y añoramos en secreto que nos devuelvan cualquier día de estos, nuestra libertad.-

Lucas Itze

Canción post impresiones


También sonó el gran Charly


Homenajeamos a una banda histórica...


Nos fuimos con Ska-P


FICHA TÉCNICA

Título original: Capote
Año: 2005
Duración: 110 min.
País: Estados Unidos
Director: Bennett Miller
Guion: Dan Futterman (Novela: Gerald Clarke)
Música: Mychael Danna
Fotografía: Adam Kimmel
Reparto: Philip Seymour Hoffman, Catherine Keener, Clifton Collins Jr., Mark Pellegrino, Bruce Greenwood, Chris Cooper, Bob Balaban

SINOPSIS


En noviembre de 1959, Truman Capote lee una crónica del New York Times que relata el sangriento asesinato de los cuatro miembros de la familia Clutter en su granja de Kansas. Aunque sucesos similares aparecen en la prensa todos los días, hay algo llama la atención del escritor y quiere utilizarlo para demostrar una teoría: en manos de un escritor adecuado, la realidad puede ser tan apasionante como la ficción. Consigue que el The New Yorker lo envíe a Kansas con su amiga Harper Lee para cubrir el caso. Su voz aniñada, su amaneramiento y su peculiar forma de vestir despiertan al principio la hostilidad de los vecinos de la zona, pero Capote se gana pronto la confianza de Alvin Dewey, el agente encargado de la investigación.

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